A mediados de 1543, en Tarapacá entre el medio día y las 13hs el Sol se incomodó. Lucas Martínez, un encomendero español ciego de oro y plata obligaba a un curaca y a su gente a decirle donde estaban las minas del Sol.
Pedro Pizarro cuenta que le habían comentado que en esa zona había mucho oro y plata, y este chisme llegó a oídos de este encomendero quien amenazó a los antiguos dueños de la tierra, a decirle dónde estaban dichas vetas de plata. El curaca con mucho temor de la reacción del extranjero le prometió que le diría donde estaba dicho tesoro y que se trataba de una veta de plata blanca. Esta veta había sido lacrada espiritualmente por los antiguos sacerdotes, diciéndole a la población que como era propiedad del Sol y que si alguien se atrevía a sacarla, secaría todo y les daría un triste final. La gente obedeció pero la ambición de un español ante ello, hacía que por el miedo a la reacción de los invasores, la gente cediese contra sus principios.
Fue entonces que Lucas les dijo que no tuvieran miedo porque los sacerdotes andinos eran unos mentirosos. Ya llegando un día antes del 31 de julio de 1543 (fecha no registrada en la crónica de Pedro Pizarro, pero ubicada en el historial de fenómenos naturales antiguos de la NASA y antiguos manuscritos chinos de registro de eclipses) un horrible eclipse de medio día pasó por encima de las pampas tarapaqueñas y los antiguos dueños de la tierra se quedaron horrorizados, con mucha culpa y miedo. El español entró en una histeria que el mismo curaca le dijo, que por más que los obligue o mate no le dirían donde estaba dicha veta, porque era del Sol y se había molestado tanto que había eclipsado y que amenazaba con secar a todos ¿se imaginan una seca en esa región, ya de por sí seca?
Dentro de la filosofía andina, no todo tiene una sola interpretación. Un fenómeno considerado señal, como un eclipse, arco Iris, halo solar, etc, tenia que ser leído, porque no siempre era catástrofe, muchas veces eran respuestas que los sacerdotes necesitaban saber para realizar ciertos actos. A pesar del Sol reinar en el panteón celeste andino, la Luna era la más catastrófica cuando hacía eclipses, ya que la gente moría de miedo “a que se caiga del cielo y quedarse todos y todas en la oscuridad absoluta”. Es lógico para una sociedad que no tenia luz como la nuestra, por más que exista el fuego, tener miedo a ello. Además, sabían que la Luna era el complemento del día y de ello dependía la función de la vida en la Pacha (tiempo-espacio).
Datos de eclipses en la historia del mundo: “NASA, Eclipse Web Site” y “Five Millennium (1999 to +3000) Canon of Solar Eclipses Data Base” Xavier M.Jubier 1991-2013
Adrian ILave Inca
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