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Las consecuencias del 1492: “Celebremos el 11 y no el 12”

Foto do escritor: Adrián ILave IncaAdrián ILave Inca



No es capricho ni tampoco moda, lo que pasa es que el habitante americano en general, está comenzando a valorar su historia prehispánica, que es más grande y larga que los 3 siglos de extranjerismo. A pesar de que ya estamos hispanizados la herida continúa abierta, no ha sido fácil hasta ahora ni tampoco es mucho tiempo el que ha pasado. Pero se debe pensar que NO es un odio hacia la mezcla, ni tampoco al idioma castellano, menos aún a sus aportes culturales que al final son parte de nuestra identidad. Es más bien la reinvindicación de las raíces nativas que desde el 1492 han sido devaluadas y eso viene con respuestas fuertes de derribos de monumentos, que hacen recordar la desvalorización de nuestra cultura originaria.


Por ejemplo, respecto a los principios más tocados es la religión. En muchas crónicas se trataba a la religión americana de salvaje y demoniaca. Así mismo la importación de imágenes religiosas como “modelo a seguir” trajo no sólo la baja autoestima de los principios nativos espirituales y la destruccion de nuestros santuarios, sino también racismo ya que todos los santos a seguir eran blancos, algo que hasta hoy perdura en casi toda America. Uno ve una procesión, iglesia o templo de descendencia bíblica y observa que el modelo a seguir viene de “allá” : piensa cómo los de allá, compórtate como los de allá, vístete cómo los de allá, reza cómo los de allá... etc. Nos han implantado una religión con personajes que nunca estuvieron en nuestra historia ni territorio y nos la creímos.


La ropa también. La implantación y obligación de la vestimenta occidental valorada como “ropa decente y de buen cristiano”, nos quitó identidad y nos sigue globalizando ya por costumbre. La podrida oleada televisiva de las capitales hispanoamericanas, sirve de ejemplo a modo occidental, que uno debe intentar parecerse al maximo y como se pueda a un europeo o a un gringo: tienes que blanquear tu cultura, evitar tener acercamiento con lo autóctono “porque no es fashion”, tener un cuerpo como el de ellos (as) que no encaja en la estructura promedio de los nuestros, etc. La gran mayoría de la ropa típica de América actual es de descendencia española: anacos o acsos fueron cambiados por polleras y blusas de encajes, waras por pantalones, unkus o huipiles por camisas y tocados de tejidos y plumas por sombreros, o sea no queda casi nada. No era de “buen cristiano ni de gente de bien” vestirse como sus ancestros hijos del diablo”, menos aún llegar al trabajo vestidos de esa forma. Y eso perdura hasta hoy.


Así mismo la arquitectura de las ciudades, sus planificaciones y refundaciones, llegadas con emblemas y escudos extranjeros mandadas por un rey y un Papa (que nunca pisaron nuestras tierras y ni los conocimos) y que obviaron todo resto de historia prehispánica, para fundar ciudades “decentes y cristianas”. Nuestras ciudades ancestrales no figuran en nuestros emblemas y nos hacen creer que somos lo que somos, sólo a partir de ese momento. Es vergonzoso escuchar que se celebran con pompa los cuatrocientos y pocos años de alguna ciudad americana, cuando en realidad tienen miles de años de historia detrás de ella. Es como llevarse la cereza y no comer la torta.


Nos sentimos perdedores: por más que uno se dedique a contar que un puñado de españoles no fueron suficientes para derrotar a nuestra raza originaria y la gente sigue pensando que es así, tanto aquí como en occidente. Muchos pueblos sometidos a incas o aztecas veían en los hispanos un aire de libertad, pero la idea no era para después ser mandados por ellos. Tampoco se les puede llamar de traidores, porque traidor es sólo cuando has sido aliado de alguien y luego te vas en su contra. Los reinos sometidos nunca quisieron ser dominados y cuando les llegó la oportunidad de libertad lo hicieron, pero fue un fiasco. Eso ya lo sabemos.


Son muchas cosas más, pero para no aburrir, concluyo que si es necesario protestar contra esta cantidad de monumentos occidentales de bronce, de espadas y cruces. Así como ellos derrumbaron antiguamente nuestras wakas, templos e hicieron de nuestra cultura un enredo, algún día la torta se les iría a voltear. Pero la idea no es recurrir a la violencia ni tampoco derrumbarlos porque son parte de la historia, al contrario el objetivo sería aumentar la cantidad de monumentos a las personas prehispánicas y sus logros. Hay más efigies increíbles y bellas a la cultura foránea y a sus descendientes criollos, que a los que vivieron más tiempo aquí y eso ahora tiene que cambiar, porque se lo merecen, lo merecemos Y ES NECESARIO.


Por eso celebrar el 12 no lo creo, celebremos el 11, nuestro último día de autenticidad.


Adrián ILave Inca.


lustración: Maravillosa re interpretación de la lucha de Kawiri (Cahuide) defendiendo Sacsayhuamán de los españoles, por Frank Abarca Ilustración.


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