"No confundir a Túpac Amaru (1545- 1572) último inca de la época virreinal y de linaje, que gobernó en Vilcabamba ,con el revolucionario José Gabriel Condorcanqui (1741-1781), quien se autodenominó "Túpac Amaru II" por inspiración de su ancestro mencionado"
Pintura al óleo virreinal del Inca Túpac Amaru I
Era 21 de setiembre de 1572 y había conmoción en el Cuzco, gente de toda índole social y racial murmuraban desconcertadas porque se acababan de enterar que estaban llegando presos a la ciudad, el Inca de Vilcabamba y su corte. Sacerdotes y autoridades virreinales sentían la misma indignación ante el veredicto radical del Virrey Toledo. Muchos le imploraron durante los días de prisión para que repensase su decisión, pero todos fueron ignorados.
Entraba al Cuzco el cortejo donde llevaban al Sapa Inca Túpac Amaru, que pesar de su condición de rehén no perdía su altivez y garbo de rey de toda la tierra. Iba vestido a la usanza imperial con uncu de cumbi, corona,cabello corto y cabeza alargada, orejeras de oro y atavíos de lujo. No miraba al suelo, sólo andaba sereno pero jalado vilmente, con una cadena de oro al cuello como si fuese un perro, por el capitán español Martin García de Loyola, quien lo había capturado al inca, su esposa y la última elite militar inca cerca a Vilcabamba.
Dentro del humillante episodio los españoles traían consigo un enorme botín de oro, las momias del papá y hermano del Inca, Titu Cusi Yupanqui y Sayri Túpac respectivamente, así como el tan buscado Punchaw. Este, era el ídolo de oro puro del tamaño de un niño, creado por Pachacútec, que guardaba dentro de si todo el polvo de los corazones de los Incas fallecidos. Pizarro, el conquistador del estado inca, nunca lo pudo obtener debido a que fue escondido por la nobleza solar durante el desmantelamiento del Coricancha en el Cusco.
Llegando al lugar donde el virrey Toledo esperaba verlos pasar, Loyola le pidió al Inca y a toda la nobleza solar que se quitaran las coronas para saludar al virrey, pero los nobles incas sólo procedieron tocarse la cabeza y hacer un ligero saludo sin tomarle la debida importancia continuando el camino.
Prisión del Inca Túpac Amaru I, por Guamán Poma. Véase como Loyola, el español, sostiene al Punchaw en la mano.
Prepotente el español, quiso obligar al Inca que procediera a quitarse la Mascaypacha (la típica corona de lana carmín con detalles en oro del Inca) para saludar al Virrey y el Inca le respondió: "No me la quitaré, él no es el rey, él es sólo su sirviente". Indignado el español dió dos tirones de la cadena que sujetaba el cuello de Túpac Amaru, pensando que iba a agradar al virrey, pero lo único que causó fue la indignación de todos los espectadores.
Acabaron su percorrido y lo llevaron a su prisión en Colcampanta, cerca a Sacsayhuamán. Durante los días de su encarcelamiento el Inca quiso entablar una conversación seria con Toledo, reiterándole que si quería una sentencia que lo mandase entonces a España y que lo juzgase el propio rey quien estaría a su altura, Rey a Rey, ya que él era sólo su siriviente. Por supuesto que Toledo se resintió, lo ignoró y mandó castigos y ejecuciones para su esposa, hijos, hermanos, nobles y capitanes. Algumos sufrieron mutilaciones en público, como la cortada de manos y otros la horca.
Llegó el día, era 24 de setiembre de 1572 y llevaban al joven rey de 27 años montado en un burro, como se solía llevar a los nobles europeos castigados. Él no iba cabizbajo, él iba altivo y soberbio, pues así siempre habían sido los hijos del Sol.
Pintura al óleo virreinal del Virrey Francisco de Toledo.
Mientras caminaban hacia el mórbido tabladillo, en Inca recordaba que en el día anterior, mientras el obispo Don Fray Agustín de la Coruña lo bautizaba diciéndole que su muerte era orden de Dios, recordaba también las palabras de su madre maldiciéndolo, augurándole que “no moriría por muerte natural” y al parecer sus palabras se volvían realidad. Ya con su cabeza en el tronco el Inca no perdía el papel de señor universal y quiso controlar los llantos y gritos de la multitud: alzó las manos a la altura de las cienes, dio una palmada y automáticamente la gente se calló. Parecia que no había ni un alma en la plaza del Cuzco, no se oyó voz ni llanto alguno y el inca pronunció: ¡¡Pido a las madres que nunca maldigan a sus hijos, castíguenlos, pero no los maldigan... Madre Tierra, mira como mis enemigos derraman mi sangre!!
Ejecución del Inca Túpac Amaru I, por Guamán Poma.
Dentro del eco de su última frase un machete de un indio cañari (grandes aliados de los españoles, enemigos de los incas y verdugos contratados) le cortó la cabeza de un solo golpe de machete, recogiéndola y alzándola victorioso, mientras las campanas de las iglesias retumbaban la muerte del último soberano del antiguo reino de los incas. Nadie lloró, pues la orden del Inca aún seguía en pie.
Su cabeza fue exhibida varios días en un palo de la plaza de Armas del Cuzco como escarmiento, pero la gente contaba que a pesar de estar pudriéndose el color era bueno y la expresión del inca era serena. Fue desde aquel entonces que los pueblos andinos comenzaron a decir que la cabeza del Inca volvería a su cuerpo y resucitar para gobernar como en tiempos antiguos, una creencia mesiánica muy parecida a la de Jesús, que llevaría el nombre de INKARI, posible mezcla de latín y quechua que significa INKA REY (inka - ri , como la placa INRI colocada en la cruz de Jesús que significaba rey de los judios)
Desde entonces el inca se convirtió en un mesías, en un proyecto de "Cristo Andino sincretizado" que retornaría para traer el orden y la justicia de aquellos tiempos que hasta ahora estamos esperando.
Adrian ILave Inca
Fuente tomada de Historia General del Perú, de Fray Martín de Murúa.
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