Se debe subrayar que Pachakamaq es un término procedente del quechua —el idioma de los incas— y que al parecer la ciudad tenía otro nombre antes de la conquista efectuada por éstos: “(...) y así el nombre de ese valle fue cambiado de Irma (Yxma, Ichma, Ychma e Ychsma) en Pachacamac” (Santillán, 1879[1551]: 33). “El nombre deste demonio quería dezir hacedor del mundo. Porque camac quiere dezir hazedor; y pacha mundo” (Cieza de León, 1995[1551], I, cap. 72; Acosta, 1979[1589]: 238; Calancha, 1975[1638] Libro I, cap. XIX; Cobo, 1964[1653]: Libro XIII, Cap. II; Santillán, 1879[1551]: 32; Velasco, 1840[s.f.]: 99).
El hecho de que el nombre del valle también fue cambiado es significativo: Irma se ha vuelto Lurín, es decir Hurin, término quechua que designa “lo de abajo”, cuya importancia simbólica aparecerá en el curso de este análisis. Rostworowski (1992: 78-79; 1999a) precisa que la pronunciación exacta es Ychsma, tal como se indica en la Visita de Andrade en 1573. Es la razón por la cual usaré este término a lo largo del presente trabajo, excepto para las citas donde la ortografía de cada autor será respetada. Tomando en cuenta este cambio de nombre, es razonable suponer que las leyendas referidas a Pachacamac concernían inicialmente a Ychsma, y que con el correr del tiempo fueron mezclándose con otros mitos relacionados con la figura del dios creador, de los cuales se encuentran numerosos ejemplos a lo largo de los Andes. Pero es muy difícil definir qué de autóctono y qué de importación hay en lo que concierne a Ychsma Pachacamac. Rowe (1946: 293) señala:
“(…) a pesar de que las prácticas religiosas de esas dos regiones (el Cuzco y la costa de los alrededores de Lima) son similares, difieren en los detalles y en los objetos del culto. Es posible que numerosas de esas similitudes sean el resultado de la influencia Inca sobre las provincias del Imperio”. Sin embargo, ¿podemos postular la “incaización” de las tradiciones religiosas en la costa y ver en la figura de Pachacamac una simple réplica del Viracocha andino, a la que solamente se le habría cambiado el nombre? Sobre este delicado punto, los autores —tanto los antiguos como los modernos— están divididos. Sarmiento de Gamboa (ca.1907[1572]: 28) afirmaba ya en el siglo XVI que Viracocha es el creador de todas las cosas; “(…) por eso él fue llamado Pachayachachi, el instrutor del universo”. Molina de Cuzco (1943[1552]:13) está conforme. Siguiéndoles, no se puede llamar Pachacamac al dios creador. Tampoco según Acosta (1979[1589]: 301), quien explica que los indios “(…) tenían un conocimiento del Padre Supremo y autor de todas las cosas, que los del Perú llamaban Viracocha y al cual daban títulos de gran excelencia como Pachacamac, Pachayachachic que es el creador del cielo y la tierra y Vsapu , que quiere decir admirable, y otros nombres”.
Identificaciones similares entre Pachacamac y Viracocha como dios creador de los incas han sido planteadas por Cieza de León (1995[1551], lib. 1, cap. LXXII) y Garcilaso de la Vega (1991[1609], lib. 2, cap. XXVII). ¿Se debe entender a Pachacamac como un simple atributo, una faceta entre varias del gran Viracocha? Aparentemente es lo que cree Ühle (1903: 48) quien, sobre la base del estudio iconográfico de los atributos de la imagen del dios que preside la famosa Puerta del Sol de Tiahuanaco (Bolivia), sostiene que “(…) el santuario de Pachacamac [es] derivado del culto del dios creador en las tierras altas, dios que se ve sobre el relieve (...) y que se llama Viracocha, Tonapa, o Tarapaca”. En su análisis de la figura de Viracocha, Markham (en Sarmiento, 1907[ca. 1572]: 28, nota 1) presenta también Pachacamac y Pachayachachic como atributos de la divinidad. Finalmente, según Krickeberg (1971: 245), durante la conquista inca, el dios costeño fue incorporado al panteón quechua e identificado con el dios Viracocha. Demarest (1981: 53) lo aprueba precisando, sin embargo, que Pachacamac, Viracocha, pero también Koniraya y Chincha Camac (versión meridional del creador costeño) proceden de un mismo principio, históricamente anterior . Quizá sea apresurado plantear la existencia de una fusión entre ambas divinidades en el pensamiento inca. De haber sido el caso, ¿no habrían rebautizado los incas Ychsma con el nombre de Viracocha antes que con el de Pachacamac? De acuerdo con Rowe (1946: 293), quien admite la existencia de cierta similitud entre ambas divinidades, “(…) esa identificación nunca fue completa, porque Pachacamac nunca es llamado Viracocha”. Por otro lado, subrayamos que tampoco Favre (1972: 24) es de la misma opinión de Krickeberg. Él dice que “(…) Pachacamac (...) fue integrado al panteón oficial del Estado Inca”. Un cronista —Cobo (1964[1653], L. 13, cap. 2)— ofrece argumentos en este sentido al distinguir media docena de dioses creadores diferentes de acuerdo con las regiones, entre los cuales figuran Pachacamac “(…) en los habitantes de los llanos y de las tierras marítimas” y Viracocha, cuya creación empieza con un diluvio. ¿Qué debemos concluir de todo esto? ¿Una sola divinidad con varios nombres y atributos diferentes o dos dioses distintos con características similares?
El problema nos parece mal planteado desde el punto de partida, porque todos los autores hablan de Pachacamac —nombre quechua, cultura Inca—, mientras que el dios se llamaba Ychsma —nombre yunga, cultura costeña—. Es obvio que, de una forma u otra, los incas quisieron favorecer el acercamiento a su propia teología. Al identificar completamente al dios costeño con Viracocha, se ingresa de lleno en la lógica Inca y no se toca el fondo del problema. Probablemente, un examen cuidadoso del mito principal concerniente a Ychsma-Pachacamac pueda ayudarnos a esclarecer los rasgos específicos del dios, así como sus diferencias y similitudes con Viracocha.
FUENTE: Peter EECKHOUT: RELATOS MÍTICOS Y PRÁCTICAS RITUALES EN PACHACAMAC
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