Lima: Madre y Patria Común de América Barroca
- Adrián ILave Inca
- 4 de abr. de 2017
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"Primera en grandeza, majestad, multitud de gente y concurso, de todo el reino, lo uno por su asiento y población, y lo otro por su residencia contínua de los visorreyes desde que se fundó. Así acuden de todas las ciudades y provincias de más de trescientas leguas arriba y abajo de ella, y se puede llamar madre y patria común" Capítulo XIII- Fray Martín de Murúa, Lima S.XVI Entre los años de 1600 e inicios del 1700, Lima, con aproximadamente 30 000 habitantes, era la ciudad barroca más rica, importante y brillante de América. Su plaza mayor, catalogada en su época como "la de mejor trazo de las Indias" fue adornada con una pileta de bronce traída de España y bañada en oro en el Perú, demostrando así al mundo su lujo y poder. Histórias de tesoros, abundancia y riqueza interminable llegaban a los oídos de toda Europa. Hacían migrar a soñadores que querían una vida nueva en América, despertaba la codicia de los piratas por sus riquezas y el deseo de los religiosos que pensaban que llegaban al Edén. Últimos estudios realizados en España, revelan que varias ciudades como Castilla, se estaban quedando sin gente, que zarpaban entusiasmadas al nuevo mundo por las incríbles historias que se contaban.

Era tanta plata que llegaba de Potosí, que Lima tuvo muchos talleres de orfebres indígenas y españoles. Se tallaban desde prendedores, collares, correas, cintos, vajillas y objetos decorativos, hasta adornos para los caballos y esclavos. El cronista Fray Martín de Murúa dice que la plata y el oro era tan común como las plantas. La riqueza era parte del cotidiano, que hasta para recibir a un nuevo virrey tapizaron con lingotes de plata la calle por donde iría pasar la corte. La calle Mercaderes (actual tercera cuadra del Jirón de la Unión) fue bautizada en su época como "la calle mas rica del nuevo mundo", debido a la gran cantidad de comerciantes ingleses, franceses, alemanes, italianos, mexicanos y chinos que vendían las mejores cosas de la época y que según Fray Martín de Murúa, un limeño podía comprar cosas como si estuviera en Londres, Sevilla, Amberes o Lisboa. Es por ello que Lima fue llamada de La Nueva Triana, en honor a Sevilla. Todo esto debido al intenso comercio que el Virreinato del Perú realizó con el resto del mundo entre los siglos XVII y XVIII. El Callao recibía entre 2 a 3 galeones de comerciantes por semana, repletos de mercancías y piedras preciosas para volver sus países cargados de lingotes de plata y oro. La vanidad y el lujo era tan fuerte, que el cronista nos dice que en Lima "no hay hombre que no salga sin vestido de seda, y muchos con cadenas de oro al cuello y cintillos en los sombreros ricos, que todo es indicio del menosprecio en que tienen el oro y la plata". Imaginemos ese esceneraio, un sábado cotidiano a las 11 de la mañana, en calle Mercaderes, a los limeños desplazarse por en medio de la calle como si fuese una pasarela de estilo barroco de Dolce&Gabbana en vivo, ahí nomás, al lado del Rímac.

La ciudad estaba abastecida de todo. Producía en sus campos de cultivo del Rímac, uvas, higos, duraznos, peras, albaricoques, melocotones, membrillos, camuesas, manzanas, nueces, melones, calabazas, ciruelas, pepinos, aceitunas y trigo. Semanalmente llegaban vinos y aguardientes de Ica , Nazca y Pisco, miel, azúcar, sebo y jabones de Trujillo, vacas y puercos de Quito y el pescado entraba por toneladas del Callao y era vendido en las plazas. En fiestas y Cuaresmas era tanta la comida, que se tenía que regalar a la gente que pasaba por la calle, muy aparte de los pregoneros que vendían dulces y postres a cada hora como en Sevilla. Esta fama de comer excesivamente y vida de lujo de los limeños barrocos no demoró en llegar hasta España. Según las últimas investigaciones, la tragadera que se realizaba en Los Reyes también cobraba la vida de muchos, causaba enfermedades por la descontrolada dieta y la taza de muerte por diabetes era alta. En fin, entre la gula y el lujo, Lima también era una ciudad extremadamente religiosa. En cada esquina se podía ver un convento o monasterio con no menos de 100 religosos en cada uno de ellos. Era una época donde caminaban, entre murmullos de caballeros y tapadas, Don Martín de Porres y a la señorita Rosa de Lima. Muchos viajeros decían que parecia una "ciudad convento" y que al tocar las campanas de la catedral, la gente donde estuviera se detenía para arrodiarse y persinarse. Hasta hubieron intentos de algunos religiosos importantes que tenían aspiraciones de trasladar el Vaticano a Los Reyes.

Pero las capillas e iglesias no sólo eran para actividades religiosas. Eran verdaderas escuelas de pintura y música. En 1612 se inaugura la Capilla de Música de la Catedral de Lima, donde se creaban y reinterpretaban piezas de calidad mundial con influencia del barroco italiano, debido a la gran cantidad de musicos que llegaban de Italia a Los Reyes. Se estrena La Púrpura de la Rosa, que fue la primera opera compuesta e interpretada en América y Jose Orejón y Aparicio, musico huachano, es reconocido como el más importante compositor barroco americano del 1700. Fue una de las primeras ciudades del mundo que crea el "ensayo previo a un estreno", que no era usual en Europa, ya que la exigencia y los estándares de calidad de los directores de la Capilla de la Catedral Lima era extrema y llegó a ser considerara la institución musical más importante del continente entre el siglo XVII y XVIII durante más de 50 años y una de las mejores del mundo, según las últimas investigaciones del musicólogo José Quesada Macchiavello. La importancia de la Capilla de Música de la Catedral de Lima era como actualmente lo es la Filarmónica de Nueva York.

Por consecuencia, el florecimiento de ritmos musicales fue intenso y nace la primera danza en el 1598: La Chacona, una reintepretación limeña de la zarabanda española. Esta danza tuvo tanta acogida en el resto de América y España que llegó hasta los oídos de Lope de Vega y Cervantes que la llamaban La indiana amulatada, y en sus relatos decían "que venía de una ciudad libre y libidinosa", que no era otra que Lima y que inclusive fue registrada por nuestro cronista Felipe Guaman Poma cuando visitaba la ciudad. Una observación muy interesante que hizo el cronista Murúa, fue sobre la forma de hablar de los limeños, refiriéndose de la siguiente manera: " Porque con lo tocante a esta ciudad, digo que el lenguaje que en ella se habla es el mas cortesano, pulido y limado que en ninguna ciudad de España se habla" y luego recalca " y no se halla en esta ciudad un vocablo tosco y que desdiga de la pulideza y cortesanía que pide el lenguaje español, que acá se ha transplantado de lo mejor y más acendrado de España" y que la elegancia del criollo sólo era perjudicada cuando mentían, cosa común en la ciudad, nos cuenta.

La cantidad de elogios y proyectos que se generaron en Lima fueron de no acabar. Era una ciudad cosmopolita, que ya contaba con hospitales, con una importante universidad, colegios para criollos e indios nobles, una arquitectura completamente barroca que le daba la bienvenida al renacimiento, gente aficionada a las artes, a la filosofía, a la riqueza y la grandeza. Este auge centenario en que Lima floreció como una de las ciudades mas interesantes del mundo, decayó con el gran terremoto del 1746, que destruye el 90% de la ciudad, dejando sólo 25 casas en pie. El Callao fue arrasado por el maremoto que prosiguió después de este sismo y Lima desde esa fecha no se pudo recuperar, hasta hubieron intentos de mudar la capital para otro lugar por el pánico que generó dicha catástrofe. No faltaron los comentarios de la cucufatería citadina en culpar a los escotes de las limeñas la causa del terremoto como castigo divino. En esa fecha llegan las reformas borbónicas y los criollos e indios nobles fueron desplazados de sus cargos importantes por peninsulares reformistas enviados desde España. Se crea el Virreinato de la Plata, con el cual, Lima y su puerto dejan de ser el centro del mundo americano. Casi no queda rastro de esa Lima virreinal de la cual todos hablamos. Los sismos y sus alcaldes han ido destruyendo casi toda la evidencia de ese pasado dorado y sólo pocas muestras como la Catedral o el Palacio de Torre Tagle nos dan la idea de cómo era la arquitectura. Lo que nosotros vemos actualmente en el centro de Lima son sólo casas de fines del virreinato y comienzos de la república. Lo único que nos queda a los limeños son historias y crónicas que nos hacen imaginar una Lima triunfante y rica, que existió y que en sus siglos de esplendor la llevaron a las más altas esferas de la intelectualidad y calidad. Como sus habitantes tenemos la obligación y el compromiso ciudadano de recordarla, conservarla y difundirla para que en un futuro vuelva a ser la gloria que enorgullezca a nuestras futuras generaciones. Adrián ILave Fuentes: Fray Martín de Murúa , Historia General del Perú cap. XIII al XV Jose Quezada Macchiavello, Lima Triunfante -- Adrián ILave S i t e: http://adrianilave.wix.com/artistadonovomundo I n s t a g r a m: @adrianilave Cel: +55 (11) 987 40 3176 São Paulo - Brasil
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