Diseño, belleza y castidad en el Imperio Inca.
- Adrián ILave Inca
- 14 de set. de 2017
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Por : Adrián ILave
"Las Escogidas del Sol , decían fabulosamente los indios antiguos, no tenían necesidad de comer para vivir y solamente bebían del olor de una fruta silvestre para alimentarse. Si acaso olían alguna cosa hedionda caían enfermas y morían. Tampoco ningún varón podía acercarse a ellas bajo pena de muerte. Por eso eran tan temidas y veneradas por ser propiedad divina del Hacedor, del Sol y del Inca"
En la mayoría de los imperios hubo una afición por la belleza de la mujer. Diferentes religiones le han rendido culto y en el imperio Inca, estos conceptos estuvieron también presentes. Fue el noveno Inca, Pachacútec, quien instauró, en la gran reforma del Tahuantinsuyu, los nuevos cánones estéticos, normas y leyes, tanto en lo administrativo como en las artes y arquitectura, así como la creación de nuevas instituciones religiosas para darle ese aire divino a la capital cusqueña. Una de las instituciones importantes, que, según el cronista Fray Martín de Murúa hubieron en el Cusco, fueron las seis diferentes casas de las mujeres escogidas. En este caso hablaremos sólo de una de ellas, de la primera casa.

Dentro de esta casa vivían dos grupos de escogidas: las servidoras del Inca o también llamadas ñustas descendientes directas del emperador (eran pocas) y las Mamaconas, que eran descendientes de varias familias reales cusqueñas y herederas de grandes riquezas. Las primeras, sobresalían principalmente por ser dueñas de una perfecta belleza y hábiles en la confección de ropas y comidas. La selección de estas muchachas era rigurosa: las desnudaban para examinarlas, pues no podían tener defecto ni mancha alguna. Al ser seleccionadas eran llevadas directamente para el palacio donde vivirían de por vida hasta que el Inca les designara su destino. Era un palacio resguardado por hombres viejos o eunucos y según otros cronistas también habían hombres desfigurados para no correr el riesgo de amoríos. Las princesas tenían la labor obligatoria de diseñar y tejer las finísimas ropas para el Inca, hechas con cumbi, un tipo de tejido realizado con pelo de vicuña, tan suave como la seda. Asimismo de entretener al inca en sus horas de sosiego. Eran exoneradas de pagar cualquier tipo tributo y tenían a su disposición sirvientes para ayudarlas en lo que fuera necesario.

El segundo grupo eran las Mamaconas, que eran seleccionadas también por belleza y linaje, o sea, ser infantas de sangre real de las diferentes familias nobles que tenía el Cusco. Este grupo de señoritas tenían un estilo particular de vestirse: llevaban un vestido decorado con flores, mariposas y pájaros que empezaba en el busto y terminaba en el tobillo y para estilizarlo lo sujetaban con un cinto ancho que le daría la forma al cuerpo. Se cubrían los hombros con una manta de un solo color y era sujeto con un alfiler labrado llamado tupu, normalmente de oro o plata. Los accesorios no pasaban desapercibidos: pulseras de oro o plata, muchos collares de diversa factoría, principalmente de chaquira (y si era más menudas mejor) y en los pies sandalias tejidas primorosamente. No se usaba maquillaje a diario, sólo en fiestas y se dejaban el cabello suelto hasta la cintura (si era más negro era mejor visto) y una bincha en las sienes para sujetarlo, que podía ser de lana decorada o de pedrería. Todas vivían juntas en esa primera casa, y tenían una fuerte influencia sobre el Inca, debido a que muchas personas llegaban a visitarlas llenas de regalos para pedir favores al emperador. Cuando el Inca iba a visitarlas, todas se juntaban para pedirles dichos favores y normalmente el soberano accedía. Quizás la belleza y la parafernalia del estilo de estas mujeres en este Partenón estético haría sentir al Inca un ser especial, que luego accedía a las peticiones de las princesas. Para sus ratos de recreo se entretenían cuidando las huertas del palacio, llenas de diferentes especies de plantas y árboles; así como también se divertían cantando y jugando con las aves y con los animales exóticos y salvajes que el Inca puso a disposición de ellas para amaestrarlos.

Y como en todo Imperio, el Rey es quien escoge el destino de las personas, las chicas de la primera casa no podían relacionarse con ningún hombre que no fuese designado por el propio Inca bajo pena de muerte. Ya que eran las más bellas y mejor preparadas, tenían un valor alto y eran dadas como recompensa para los grandes señores que ayudaban al Inca con un importante favor o batalla. Asimismo, el propio Inca pedía para el nuevo marido de la escogida mucho respeto y a ella mucha obediencia. El maltrato físico tanto a la mujer como al hombre eran severamente castigados con azotes. Durante la invasion española en Cusco, las escogidas fueron quienes tuvieron los primeros matrimonios cristianos del resquebrajado imperio, formando las nuevas e importantes familias mestizas del Virreinato del Perú. Casarse con una de estas infantas, para un español, era acceder automáticamente a los derechos de sus riquezas (bienes muebles, inmuebles y criados) y enriquecerse. Los hijos de estas parejas nobles vivían en el Cusco hasta la adolescencia y muchos de ellos eran mandados para España para estudiar en la Universidad. Las hijas del Sol, quienes en algún momento fueron dueñas de leyendas y fábulas quedaron en el olvido y yacen en el recuerdo de la noble historia del Imperio del Sol, que en sus tiempos de gloria las hizo bellas y divinas. Adrián ILave - [ ] Bibliografía : Historia General del Perú- Fray Martín de Murúa Pachacutec- Maria Rostorowsky Fotografías: www.incaprincess.org Ph. Einar Jimenez Troncoso
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